Los perros son animales sociales que han evolucionado junto a los humanos durante miles de años, estableciendo un vínculo afectivo y comunicativo muy especial. No solo son capaces de sentir emociones, sino también de entender y responder a las emociones humanas. Esto se debe a que poseen un sistema límbico similar al de los humanos, encargado de procesar y regular las emociones, y relacionado con el instinto sexual, la memoria, la personalidad y la conducta.
La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer, expresar y gestionar las propias emociones, así como de comprender y empatizar con las emociones de los demás. Es una habilidad que se puede desarrollar y mejorar con el aprendizaje y la experiencia. Los perros tienen un nivel de inteligencia emocional comparable al de un niño de dos o tres años, lo que les permite adaptarse a diferentes situaciones y entornos, y establecer relaciones sociales con otros perros y humanos.
Pueden experimentar emociones básicas como alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco, pero no emociones complejas como culpa, orgullo, vergüenza o celos, que requieren un mayor nivel de autoconciencia y razonamiento. Las emociones de los perros son más intensas y duraderas que las de los humanos, ya que viven el presente y no tienen la capacidad de anticipar o recordar el pasado o el futuro.
Los perros se comunican entre ellos y con nosotros mediante señales visuales, auditivas y olfativas, que reflejan su estado emocional. Su lenguaje corporal incluye el movimiento y la posición de la cola, las orejas, la cabeza, el cuerpo y las extremidades, indicando si están contentos, tranquilos, asustados, enfadados o excitados. El tono de voz de los perros, que incluye el ladrido, el gruñido, el aullido, el gemido y el suspiro, puede expresar si están alertas, amenazantes, doloridos, satisfechos o aburridos. Su olfato, muy desarrollado, les permite obtener información sobre el sexo, la edad, la salud y el estado reproductivo de otros perros, así como sobre su estado de ánimo y sus intenciones.
Son animales extraordinariamente empáticos, capaces de percibir los constantes estímulos emocionales de su entorno y reaccionar de acuerdo a ellos. Pueden captar sensaciones imperceptibles para nosotros, llegando a "contagiarse" de nuestros sentimientos. Los perros reconocen las expresiones faciales, el tono de voz y el lenguaje corporal de las personas, ajustando su comportamiento en consecuencia. Pueden brindar apoyo emocional, ya que son capaces de consolar, animar, proteger y acompañar a sus dueños, mejorando su salud mental y su calidad de vida.
La educación y el entrenamiento pueden favorecer el desarrollo de su inteligencia emocional, siempre que se basen en el respeto, la confianza, el refuerzo positivo y la estimulación adecuada. Los perros necesitan un ambiente seguro y enriquecedor, donde puedan satisfacer sus necesidades físicas, mentales y sociales, y expresar sus emociones de forma natural y saludable. También necesitan socializar con otros perros y personas, para aprender a comunicarse, cooperar, resolver conflictos y tolerar la frustración. Los perros con buena inteligencia emocional son más felices, equilibrados, obedientes y sociables.