Kora tiene 9 semanas de vida. Ha entrado en el periodo crítico de socialización (8 a 16 semanas), una ventana única en la que cada experiencia moldea su manera de sentir, relacionarse y responder al mundo. Lo que viva ahora no se borra: se integra en su carácter. En estos días, Kora ha participado en una interacción cuidadosamente planificada con perros adultos estables y varios gatos, en un entorno seguro y bajo supervisión. El traslado en moto previo también formó parte del aprendizaje. Hubo momentos de duda, pausas, miradas cautelosas. Pero lo esencial es que todo estuvo bien gestionado: Kora pudo explorar, retirarse, volver a acercarse y aprender a su ritmo, sin quedar sobreexpuesta ni sensibilizada. Este tipo de socialización no busca eliminar el miedo, sino enseñarle al cachorro a atravesarlo. Como explica Ian Dunbar en Before and After Getting Your Puppy, “durante el periodo de socialización, cada experiencia debe ser positiva, pero eso no significa libre de miedo. Significa que...
Desde el nacimiento, he tenido la oportunidad de acompañar a Kora en cada etapa de su desarrollo. No como espectador, sino como responsable de crear un entorno que le permita aprender lo que necesita para convertirse en una perra estable, segura y funcional. Estas primeras seis semanas no son para enseñar comandos ni imponer rutinas humanas. Son para observar, facilitar y corregir lo que sea necesario, sin interferir en lo que la naturaleza ya sabe hacer. Kora nació en un espacio diseñado para eso: contacto directo con su madre, acceso constante al agua, una zona específica para hacer sus necesidades y un área de descanso segura. Nada está puesto al azar. Desde el primer día, el entorno ha sido parte del proceso educativo. No hay premios ni castigos, hay consecuencias naturales: si hacen sus necesidades donde corresponde, pueden explorar la casa; si no, se quedan en su espacio. Así aprenden a regularse sin que yo tenga que intervenir directamente. Durante las primeras tres semanas, la ...