Si tienes un perro, seguro que alguna vez te has encontrado con que se ha comportado de forma agresiva, ya sea con otros perros, con otras personas o contigo mismo. La agresión es una conducta normal en los perros, que les sirve para defenderse, comunicarse y relacionarse. Pero también puede ser un problema, que afecte a la convivencia, la seguridad y el bienestar de todos.
En este artículo te vamos a explicar qué es la agresión canina, por qué se produce, cómo se manifiesta, cómo se puede prevenir y cómo se puede tratar. Así podrás entender mejor a tu perro, saber qué le pasa, qué necesita y cómo ayudarle. También te daremos algunos consejos y recomendaciones para que puedas mejorar la calidad de vida de tu perro y la tuya.
¿Qué es la agresión canina?
La agresión canina es la tendencia a actuar o a responder de forma violenta hacia otros animales o personas, usando la boca, los dientes, las garras o el cuerpo. Es una forma de expresar emociones como el miedo, la ira, el estrés o la frustración, o de conseguir algo que se desea, como la comida, el juguete, el espacio o la atención.
La agresión canina no es mala en sí misma, sino que depende del contexto y de la intensidad. En el mundo natural, los perros usan la agresión para sobrevivir, para competir y para cooperar. En el mundo doméstico, los perros usan la agresión para adaptarse, para comunicarse y para socializar. El problema surge cuando la agresión es excesiva, inadecuada o injustificada, y cuando causa daño o sufrimiento a los demás o a uno mismo.
La agresión canina puede tener consecuencias negativas, tanto para el perro como para las personas. El perro puede sentirse ansioso, estresado, aislado o rechazado, y puede desarrollar problemas de salud o de comportamiento. Las personas pueden sentirse asustadas, enfadadas, culpables o tristes, y pueden sufrir lesiones, infecciones o traumas. Además, la agresión canina puede generar conflictos, denuncias, multas o incluso la eutanasia del perro.
¿Por qué se produce la agresión canina?
La agresión canina puede tener diferentes causas, que pueden ser físicas o psicológicas, internas o externas, individuales o relacionales. Algunas de las causas más comunes son:
- El dolor: si el perro tiene una herida, una enfermedad o una molestia, puede reaccionar con agresividad para evitar que le toquen o le hagan daño. El dolor puede ser crónico o agudo, y puede afectar a cualquier parte del cuerpo. Es importante llevar al perro al veterinario para que le examine y le trate, y evitar manipularle o molestarle si está dolorido.
- El miedo: si el perro se siente amenazado, asustado o inseguro, puede reaccionar con agresividad para defenderse o para escapar. El miedo puede ser provocado por personas, perros, objetos, ruidos o situaciones desconocidas, nuevas o negativas. Es importante respetar el espacio y el ritmo del perro, no forzarle ni castigarle, y ayudarle a superar sus miedos con paciencia y refuerzo positivo.
- La dominancia: si el perro quiere imponer su autoridad, su posición o su control sobre otros perros o personas, puede reaccionar con agresividad para demostrar su poder o para someter a los demás. La dominancia puede estar relacionada con el sexo, la edad, el tamaño, el carácter o el recurso. Es importante educar al perro con normas claras y coherentes, basadas en el respeto y el refuerzo positivo, y no en la fuerza o el miedo.
- La posesión: si el perro quiere proteger o conservar algo que considera suyo, como la comida, el juguete, el territorio o el dueño, puede reaccionar con agresividad para evitar que se lo quiten o se lo acerquen. La posesión puede estar motivada por el hambre, el aburrimiento, el estrés o el apego. Es importante enseñar al perro a compartir, a soltar y a confiar, utilizando premios y elogios, y no quitándole las cosas por la fuerza o por sorpresa.
- El juego: si el perro quiere divertirse, estimularse o interactuar con otros perros o personas, puede reaccionar con agresividad para invitar al juego o para mantenerlo. El juego puede ser una forma de expresar alegría, curiosidad o afecto, o de practicar habilidades sociales o de caza. Es importante jugar con el perro de forma adecuada, respetando sus señales de calma y de excitación, y enseñándole a controlar su mordida y su intensidad.
¿Cómo se manifiesta la agresión canina?
La agresión canina se puede manifestar de diferentes formas, que pueden variar según el tipo, la intensidad y la frecuencia de la conducta. Algunas de las formas más habituales son:
- El gruñido: es un sonido grave y prolongado que emite el perro con la boca cerrada o entreabierta, para advertir, amenazar o intimidar. El gruñido puede ser una forma de comunicar que el perro está incómodo, molesto o enfadado, y que quiere que se le deje en paz o que se le respete. El gruñido puede ir acompañado de otros signos, como mostrar los dientes, erizar el pelo o tensar el cuerpo.
- El ladrido: es un sonido agudo y corto que emite el perro con la boca abierta, para llamar la atención, expresar una emoción o iniciar una acción. El ladrido puede ser una forma de comunicar que el perro está alerta, asustado, excitado o juguetón, y que quiere que se le haga caso o que se le siga. El ladrido puede ir acompañado de otros signos, como mover la cola, saltar o correr.
- La mordida: es la acción de clavar los dientes en la piel o el tejido de otro animal o persona, para causar daño, dolor o herida. La mordida puede ser una forma de atacar, defenderse o castigar, y puede tener diferentes grados de intensidad, desde un mordisco suave o inhibido, hasta una mordedura profunda o severa. La mordida puede ir acompañada de otros signos, como tirar, sacudir o soltar.
¿Cómo se puede prevenir la agresión canina?
La agresión canina se puede prevenir, o al menos reducir, siguiendo una serie de medidas que favorezcan el desarrollo, la salud y el bienestar del perro, y que mejoren la relación y la convivencia con las personas. Algunas de las medidas más importantes son:
- La socialización: consiste en exponer al perro a diferentes estímulos, como personas, perros, objetos, ruidos o situaciones, de forma gradual y positiva, durante sus primeras etapas de vida, para que se acostumbre, se adapte y se sienta seguro y confiado. La socialización es fundamental para prevenir el miedo, la ansiedad y la agresión, y para fomentar la comunicación, la tolerancia y la sociabilidad.
- La educación: consiste en enseñar al perro las normas, los límites y las órdenes básicas de convivencia, como sentarse, tumbarse, venir o quedarse, utilizando el refuerzo positivo, los premios y los elogios, y evitando el castigo, la fuerza o el miedo. La educación es esencial para prevenir la dominancia, la posesión y la agresión, y para mejorar el autocontrol, la obediencia y la confianza.
- El ejercicio: consiste en proporcionar al perro la actividad física y mental que necesita, según su edad, su tamaño, su raza y su estado de salud, para que se mantenga en forma, se divierta y se relaje. - El ejercicio es vital para prevenir el aburrimiento, la frustración y la agresión, y para estimular la inteligencia, la creatividad y el vínculo.
- El enriquecimiento: consiste en ofrecer al perro diferentes opciones y oportunidades para que explore, investigue y aprenda, mediante juguetes, juegos, puzles, aromas o sabores, que le mantengan entretenido, motivado y satisfecho. El enriquecimiento es beneficioso para prevenir la ansiedad, el estrés y la agresión, y para potenciar la curiosidad, la diversión y el placer.
- La salud: consiste en cuidar la alimentación, la higiene, la vacunación, la desparasitación y la esterilización del perro, para que se mantenga sano, fuerte y equilibrado. La salud es imprescindible para prevenir el dolor, la enfermedad y la agresión, y para favorecer la felicidad, la longevidad y la calidad de vida.
¿Cómo se puede tratar la agresión canina?
La agresión canina se puede tratar, o al menos mejorar, siguiendo un plan de intervención que se adapte a las necesidades y características de cada perro y de cada propietario, y que se base en la evidencia científica y en la ética profesional. El plan de intervención debe ser diseñado, supervisado y evaluado por un equipo multidisciplinar, formado por un veterinario especializado en comportamiento y un educador canino certificado, que puedan ofrecer un diagnóstico, un tratamiento, un seguimiento y un apoyo adecuados.
El plan de intervención debe combinar tres tipos de terapia: la terapia farmacológica, la terapia conductual y la educación canina. Cada una de estas terapias tiene sus ventajas, sus inconvenientes y sus indicaciones, y deben ser aplicadas de forma individualizada, coordinada y complementaria.
- La terapia farmacológica: consiste en administrar al perro medicamentos que actúen sobre su sistema nervioso, para reducir su ansiedad, su estrés, su agresividad o su dolor, y para facilitar su aprendizaje y su adaptación. Los medicamentos más utilizados son los ansiolíticos, los antidepresivos, los neurolépticos, los analgésicos y los antiinflamatorios, que deben ser prescritos y controlados por el veterinario, y que deben ajustarse a la dosis, la frecuencia y la duración adecuadas. La terapia farmacológica puede tener efectos secundarios, como somnolencia, apatía, náuseas o alteraciones hormonales, y no debe ser la única ni la primera opción de tratamiento, sino que debe acompañarse de otras medidas.
- La terapia conductual: consiste en modificar la conducta del perro, mediante el uso de técnicas de modificación de conducta, que se basan en los principios del aprendizaje y la psicología. Las técnicas más empleadas son el refuerzo positivo, el contracondicionamiento, la desensibilización sistemática, la habituación, la extinción y la inhibición. La terapia conductual tiene como objetivo cambiar la forma en que el perro percibe, siente y responde ante los estímulos que le provocan agresividad, y enseñarle nuevas formas de comportarse, más adecuadas y positivas. La terapia conductual requiere paciencia, constancia, coherencia y colaboración, y debe ser realizada por un educador canino profesional, que pueda orientar y asesorar a los propietarios sobre las pautas a seguir.
- La educación canina: consiste en enseñar al perro las normas, los límites y las órdenes básicas de convivencia, como sentarse, tumbarse, venir o quedarse, utilizando el refuerzo positivo, los premios y los elogios, y evitando el castigo, la fuerza o el miedo. La educación canina tiene como objetivo mejorar el autocontrol, la obediencia y la confianza del perro, y facilitar la comunicación, la relación y la convivencia con las personas. La educación canina debe ser divertida, variada y motivadora, y debe ser realizada por un educador canino profesional, que pueda ofrecer una enseñanza de calidad y adaptada a cada perro.
¿Qué consejos y recomendaciones se pueden dar a los dueños de perros con agresividad?
Si tienes un perro con agresividad, es normal que te sientas preocupado, frustrado o impotente, y que no sepas qué hacer o cómo actuar. Por eso, te vamos a dar algunos consejos y recomendaciones que te pueden ayudar a mejorar la situación y a convivir mejor con tu perro.
- No te sientas culpable ni avergonzado: la agresividad canina no es tu culpa ni la de tu perro, sino que es un problema que tiene solución, y que puedes afrontar con ayuda profesional y con actitud positiva.
- No te enfades ni le grites: la agresividad canina no se soluciona con más agresividad, sino con más comprensión, más paciencia y más cariño. Si te enfadas o le gritas, solo conseguirás que el perro se sienta más asustado, más estresado o más desafiante, y que aumente su agresividad.
- No le pegues ni le castigues: la agresividad canina no se soluciona con violencia, sino con respeto, con refuerzo positivo y con educación. Si le pegas o le castigas, solo conseguirás que el perro te tenga miedo, que pierda la confianza en ti y que se vuelva más agresivo.
- No le ignores ni le aísles: la agresividad canina no se soluciona con indiferencia, sino con atención, con afecto y con socialización. Si le ignoras o le aíslas, solo conseguirás que el perro se sienta solo, triste o aburrido, y que empeore su comportamiento.
- No le fuerces ni le presiones: la agresividad canina no se soluciona con imposición, sino con adaptación, con flexibilidad y con colaboración. Si le fuerzas o le presiones, solo conseguirás que el perro se sienta incómodo, nervioso o rebelde, y que se resista a cambiar.
- No le sobreprotejas ni le consientas: la agresividad canina no se soluciona con exceso, sino con equilibrio, con coherencia y con límites. Si le sobreproteges o le consientes, solo conseguirás que el perro se sienta inseguro, dependiente o caprichoso, y que se vuelva más agresivo.
- Busca ayuda profesional: la agresividad canina no se soluciona solo, sino con un equipo multidisciplinar, formado por un veterinario especializado en comportamiento y un educador canino certificado, que puedan ofrecerte un diagnóstico, un tratamiento, un seguimiento y un apoyo adecuados.
- Sigue las pautas que te indiquen: la agresividad canina no se soluciona de la noche a la mañana, sino con un plan de intervención, que se adapte a las necesidades y características de cada perro y de cada propietario, y que se base en la evidencia científica y en la ética profesional.
- Sé paciente, constante y positivo: la agresividad canina no se soluciona con prisas, sino con tiempo, con esfuerzo y con optimismo. Sé consciente de que el cambio es posible, pero que requiere de tu compromiso, de tu colaboración y de tu confianza.