Ser paseador de perros puede parecer sencillo desde fuera: se trata de llevar al animal de un punto a otro y devolverlo sano y salvo. Pero en eacanina, esta labor toma una dimensión mucho más profunda. Aquí entendemos el paseo como una práctica que combina bienestar físico, emocional y relacional, tanto para el perro como para el humano. Quien se une a nuestro equipo no solo camina con perros: se convierte en una figura de confianza, en un observador atento y en un canal de equilibrio para el animal y su tutor.
Para formar parte de eacanina hay que entender que el paseo es una extensión del cuidado consciente. Buscamos personas puntuales, responsables, que disfruten de la compañía de los perros y que tengan una actitud abierta al aprendizaje constante. El paseador ideal no solo interpreta señales corporales, sino que sabe comunicarse con respeto, tanto con el animal como con los humanos involucrados. La empatía no es un detalle: es el centro de todo.
Además de la actitud, el manejo técnico es indispensable. Antes de salir a la calle, es obligación del paseador verificar que todo esté en su lugar: que el arnés esté bien ajustado, que la correa sea segura y adecuada, que el perro se sienta cómodo. Esta rutina no se salta. Un error mínimo puede convertirse en un accidente, y cuando se trata de un perro que nos han confiado, la responsabilidad es doble. La supervisión continua durante el paseo es vital: vigilar el entorno, anticipar riesgos y proteger al perro es parte esencial del trabajo.
En eacanina entendemos que los paseadores son una extensión del trabajo del entrenador. Por eso, es indispensable que se sigan las indicaciones que se hayan dado previamente. Si el perro está en terapia, el paseador debe actuar como apoyo del proceso, no como intérprete autónomo. Ante cualquier duda, la comunicación con el supervisor o el entrenador es clave. No se trata de saberlo todo, sino de tener claro cuándo y cómo buscar orientación.
La relación con el tutor también es parte del paseo. Saludar con respeto, informar con claridad, saber escuchar y compartir observaciones con criterio profesional son habilidades necesarias. Si no se tiene una respuesta, se pregunta. Si hay una situación incómoda, se informa. Ser paseador significa también representar al equipo con educación y coherencia.
Y sobre todo, hay algo que no se aprende en ningún curso: el disfrute genuino de estar con los perros. Quien no siente alegría al compartir con ellos, quien no se conmueve con sus gestos o no se interesa por sus historias, no está hecho para este trabajo. Aquí paseamos con propósito, con cuidado y con la convicción de que cada caminata puede mejorar la vida de un animal y fortalecer el vínculo entre el perro y su humano.
Así que si estás leyendo esto y sientes que resuena contigo, que puedes asumir este compromiso y convertirlo en una práctica profesional y humana, estás en el lugar correcto. Ser paseador en eacanina es mucho más que caminar: es cuidar, respetar y crecer.