No hay dos perros iguales. Incluso cuando comparten raza o edad, cada uno es un universo con historia, temperamento y vínculos que moldean su forma de caminar, reaccionar y comunicarse. Por eso, el paseador de escanina debe desarrollar una mirada sensible y práctica, capaz de identificar qué tipo de perro tiene frente a sí, cómo relacionarse con él y cómo adaptar el paseo a sus necesidades.
Hay perros tranquilos, que caminan con paso firme y mirada serena. Su ritmo suele ser pausado, y disfrutan del silencio y de la rutina. Con ellos, el paseo puede ser una oportunidad para reforzar el vínculo, mantener la calma y aprovechar momentos de contemplación. Es importante no apurarlos ni llenarlos de estímulos innecesarios. Estos perros valoran la previsibilidad y el respeto por sus tiempos.
También están los perros juguetones, entusiastas, que parecen sonreír con cada paso. Su energía es contagiosa y necesitan momentos de movimiento, interacción y exploración. Pero el exceso puede llevarlos a la sobreexcitación. Con ellos, el paseador debe ofrecer juegos estructurados, pausas breves, y cambios de ritmo que les ayuden a canalizar la emoción sin perder el control.
Los perros miedosos requieren un tipo de atención muy particular. A veces caminan con el cuerpo bajo, evitan miradas, se resisten a ciertos ruidos o entornos. En estos casos, el paseo debe ser una experiencia que genere confianza: rutas conocidas, actitud calmada del paseador, espacios amplios y poco transitados. La paciencia es clave. No se corrige el miedo desde la exigencia, sino desde la compañía segura.
Los perros agresivos suelen generar inquietud, pero hay que entender que esa agresividad tiene causas. Puede ser miedo, frustración, falta de socialización o incluso molestias físicas. Un paseador preparado no reacciona con tensión, sino con firmeza y estrategia. Se evitan encuentros inesperados, se mantiene la distancia adecuada con estímulos conflictivos y se siguen al pie de la letra las indicaciones del entrenador si el perro está en terapia. La seguridad de todos es la prioridad.
También hay perros delicados, con condiciones médicas, edad avanzada o sensibilidad física. En estos casos, el paseo se adapta a su ritmo. Se utilizan herramientas cómodas, se evitan terrenos irregulares o exigentes y se observan señales de incomodidad en cada paso. Cada paseo con ellos es una oportunidad para ofrecer alivio y bienestar.
Y luego está un factor que no se puede ignorar: el tutor. Su energía, su nivel de confianza, sus hábitos y su forma de relacionarse con el perro influyen directamente en el comportamiento que el animal muestra durante el paseo. Hay tutores que transmiten seguridad, otros que sin querer proyectan miedo, ansiedad o sobreprotección. El paseador no está ahí para juzgar, sino para observar y adaptarse, teniendo claro que el objetivo es siempre ofrecer una experiencia positiva y coherente para el perro.
Con el tiempo, el paseador aprende a reconocer patrones, a anticipar reacciones y a actuar con precisión. Pero para lograrlo, tiene que estar presente, concentrado y dispuesto a ajustar su enfoque según lo que cada perro necesite. La clave está en no imponer un estilo único de paseo, sino en desarrollar la capacidad de leer al perro como un ser vivo complejo, que está influenciado por su entorno, su historia y su vínculo humano.
Aquí en escanina, entendemos que el verdadero profesional no es quien “aguanta” todos los perros, sino quien sabe trabajar con cada uno como si fuera el único. Porque en ese momento, durante ese paseo, lo es.